Marta Moro

Las entradas en este blog se van espaciando ultimamente, y la razón no es otra que he vuelto a pintar. Después de casi un año, he cogido los pinceles.

Al principio una necesita algo fácil para desengrasar y estirar los músculos pictóricos. Así que me he puesto a hacer lo que me sale sin demasiado esfuerzo, que últimamente son las flores.

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No está a la venta porque ya tiene dueña, una buena amiga mía que acaba de abrir una tienda de moda y complementos, que con la que está cayendo es todo un arrojo.

Suele comentar la gente que ha ido a ver grandes obras de la pintura, que cuando llegan no las pueden ver bien ni apreciarlas por la cantidad de gente que hay haciendo lo mismo en ese momento. Creo que pasa con La Gioconda, Las Meninas y la Capilla Sixtina, entre otras.

Pero la era digital nos trae grandes adelantos como esta página, que han tardado 3 años en terminar (casi tanto como a su autor hacerla), y que nos permite recorrer la monumental obra de Miguel Ángel, de lado a lado, con zoom y todo. Vamos un prodigio de la técnica para los que no podemos viajar tanto (pinchar en la imagen para acceder):

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Se está celebrando estos días una interesantísima exposición sobre pintores holandeses y flamencos de la llamada Edad de Oro (siglos XVII) en el Museo Guggenheim de Bilbao.

Se pueden ver obras de Rubens, Vermeer, Frans Hals, Rembrandt, los Brueghel, y otros muchos más.

Los cambios históricos vividos en esos años condicionaron la evolución en la pintura: la burguesía alcanza un poder socioeconómico como nunca había tenido, y adoptando los gustos de la nobleza, encarga una gran cantidad de obras a los pintores de la época de muy diversa temática. Por primera vez el paisaje y los bodegones adquieren categoría de tema en la pintura.

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Una ocasión estupenda para acercarse a Bilbao y disfrutar de estas obras, que habitualemte están en el Städel Museum de Frankfurt.

Es el título de la última obra que me ha enviado María José Aguilar.

Como siempre un cuadro lleno de poesía y romanticismo, pero también un gran retrato psicológico de la mujer atemporal.

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En este caso, la blanca pero difuminada luz de la estancia acaricia todas las superficies a las que llega: la piel de la modelo, los pétalos de las rosa, las telas y los muebles del lugar, y el propio suelo de mosaico. Allá donde no llega esa luz, las formas se desdibujan y oscurecen creando un gran contraste.

Muchas gracias Mª José por pintar tan maravillosamente y poder disfrutar de tu obra.