Marta Moro

Otro pintor escandinavo de finales del siglo XIX, influenciado por el impresionismo francés de su época es Kröyer .

Como otros pintores nódicos estaba interesado en representar el ambiente creado por esa luz del norte tan pálida y suave, que hace que los colores sean ténues y en la gama de los pasteles, sin sombras contrastadas ni colores fuertes.

Ésta es su obra más conocida: «Tarde de verano en la playa del sur».

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En esta otra página se pueden ver más cuadros de este pintor.

Me ha gustado especialemte éste, titulado «¡Hipp, Hipp, Hurra!», en el que hay más contrastes, pero para crear una suave atmósfera bajo una apacible sombra, si bien la alegría de la escena de brindis se expresa con el encuadre del grupo y sus gestos.

El mantel, la mujer y la niña con vestidos de color claro, contrastan con los tonos oscuros de las ropas de los demás personajes, que se incluyen en la negrura de la sombra. La situación de la mesa en diagonal y el punto de luz en las hojas verdes-amarillas del fondo, crea una gran sensación de profundidad y dinamismo. El hombre joven más alto a la derecha de todo, forma un eje con la mujer del vestido negro de la izquierda en primer término, haciendo un efecto de envoltura de la escena.

Una composición acertadísima para lo que quería transmitir: un grupo de gente alegre bajo una abradable sombra en un espacio reducido. Hay 11 personas en el cuadro.

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A veces la tele te da sorpresas. Hoy en la 2, pusieron un documental sobre Estocolmo, capital de Suecia. Un país donde el civismo y la cultura aparecen en cada rincón. Sus habitantes son grandes consumidores de Teatro y Naturaleza. Hablaron de uno de sus pintores más representativos, Anders Zorn.

Resulta que vino a España, a admirar el arte de Velázquez, y se hizo amigo de Sorolla. Iluminista como él, le gustaba mostrar escenas de la vida cotidiana en paisajes, donde la luz fuera un tema en sí mismo. Además era un magnífico retratista.

En el documental describieron este cuadro como uno de los más importantes de este autor sueco, por la débil y sutil luz del solsticio de verano, que acompaña sensualmete a los campesinos danzantes.

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Pero a mi me gusta éste otro muchísmo. Al igual que Sorolla, representaba el cuerpo femenino con gran maestría.

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En esta página podeis ver más de sus estupendos cuadros.

Un tema lleva a otro. Al rebuscar en el tema del trampantojo, me encontré con otro pintor que además de usar esta técnica, utilizaba la de los efectos visuales, para hacer curiosas composiciones.

Giuseppe Arcimboldo. Debió ser al ojear algún libro escolar sobre pintura cuando me quedé con esos «bodegones humanos» que hacía con tanta maestría. Son ilusiones ópticas, que luego estudiarían los científicos de la visión humana, convertidas en arte.

Éste es uno de mis preferidos:

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Y ahora me voy a permitir otra licencia: debía estar pensando en este tipo de cuadros, cuando un buen día en la cocina de mi casa, después de hacer la compra, y de varios intentos fallidos de colocar las frutas para hacer una composición interesante para un bodegón, me dió por hacer ésto y sacarle una foto.

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No sé si algún día lo convertiré en un cuadro. De momento, ahí está.

De Jose Enrique González ya hemos visto cuadros en este blog. Pero hoy me gustaría mostrar otra pintura suya para hablar del «Trampantojo»

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Esta técnica pictórica, también llamada «trompe l’oeil» (trampa al ojo) ha venido siendo utilizada desde los frescos romanos, pasando por el renancimiento y el barroco, hasta la actualidad, como puede verse en este cuadro de González: el efecto se consigue sobre todo, haciendo salir brevemente los nudillos de la mano del hombre sobre el marco azul de la ventana. Además, por supuesto, de esa maestría para conseguir la piel, el volúmen de los músculos, la tensión de la postura, la fragilidad del niño, etc.

Aquí tenemos otro ejemplo del Barroco español. Una obra de Murillo:

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Pero también, se ha usado profusamente esta técnica en la arquitectura, el interiorismo, el cine, y hasta en las nuevas formas de publicidad.

Sin querer emular a ninguno de estos artistas, un buen día me animé a usar los acrílicos en la pared del garaje de mi casa, en lo que iba a ser el sitio de mis dos perros. He aquí el resultado. Buscad, buscad, que hay un pajarito escondido.

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Como dije en una respuesta e este comentario y lo prometido es deuda, aquí va la noticia:

Va a ser realidad proximamente en la basílica de El Pilar en Zaragoza.

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Antonio López incluirá pintura y escultura, en un intento de expresar la unión de las creencias y los fieles.

Se puede ver en esta entrada de El Dado del Arte.

No puedo dejar de poner una de sus obras maestras: Torres Blancas. Tuve ocasión de ver este cuadro en una estupenda exposición itinerante sobre el Realismo Español, en Vigo, hace unos pocos años, y es extraordinaria, desmerece cualquier fotografía; transmite la atmósfera de la ciudad al amancer, se puede «oler», notar el fresquito mañanero antes de que se vuelva ruido y polvo de combustible.

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El pasado lunes 6 de abril, escuchando la radio en el coche, me sorprendió gratamente un programa de RNE 1 sobre las tres y media de la tarde, en el que hablaban sobre un cuadro.

Era la representación de una bella mujer durmiendo, bajo una sombra placentera en un caluroso paisaje de verano. Su vestido amarillo envolvía sugerentemente su voluptuoso cuerpo con pliegues interminables.

Todo ello iba acompañado con deliciosas melodías, que el locutor presentaba como la posible música que esta mujer pudiera estar escuchando medio dormida: «El preludio a la siesta de un fauno» de Debussy, «La Bella Durmiente» de Chaikovski, un nocturno de Chopin, la Gymnopedie I de Satie, incluso un tema de jazz interpretado por Sara Vaughan

Entre fragmento y fragmento, el locutor iba hablando un poco más del cuadro, de cómo el pintor había logrado expresar quietud y descanso, con la imagen de un escorzo casi imposible de la figura femenina, de que éste pintor era  Frederic Leighton, y de dónde se estaba exponiendo, causando una gran expectación.

Era la obra ante la que más se paraban los visitantes de la exposición de «La Bella Durmiente, Pintura Victoriana del Museo de Arte de Ponce», que está estos días en el Museo del Prado.

Cada vez me estaba intrigando más, y no pude hacer otra cosa que llegar a casa y buscar este cuadro maravilloso.

Aquí está, comprobadlo vosotros mismos.

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No sé el nombre del programa de radio, pero volveré a sintonizarlo. Si alguien lo sabe, que lo diga.

Este pintor de paisajes y bodegones tiene su propia web, muy elegante por cierto,  y su página en Artelista.

Creo que es un pintor excepcional, su currículo de premios así lo avala. Domina la acuarela como un maestro.

Podeis comprobarlo en esta «Ventana». Ha elegido un tema muy sencillo, casi intrascendente pero le ha otorgado un protagonismo y lirismo magnísficos. Sus otros cuadros de ruinas de pueblos abandonados son también espectacualares. Hay que verlos con calma.

Para llegar a ser tan detallista con la acuarela, hay que manejarla muy bien.

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Admiro mucho la obra de Paco Segovia.

Me parece un artista descomunal. Admiro su técnica, su encuadre, la elección de sus temas, y cómo le otorga a los edificios el protagonismo absoluto de la ciudad.

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Con este cuadro titulado «Competencia de altitud» ganó el XVII Premio BMW en el año 2002.

Hay una entrada previa en este blog con un cuadro que me gusta especialmente. Quizás por la dulce luz del atardecer que da en las fachadas, mostrando la vida exterior de un barrio y la interior de los edificios, habitados por personas que cuelgan sus ropas, al mismo tiempo que la grúa evidencia cómo se crea la nueva ciudad. Además, me gusta mucho como combina el dibujo preciso con la pincelada suelta.

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Este otro, titulado «Cuarta Torre» me parece soberbio por cómo ha conseguido con un dibujo perfecto dar la sensación de altura descomunal sin que se «caiga a la vista» el edificio, así como por el efecto espejo de los nuevos materiales de construcción y por mostrar la gestación de la arquitectura.

Hablando de puntillismo, aunque no sea tan conocido como Seurat, tenemos aquí una de las obras que más me gustan de Henri Edmon Cross.

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Se trata de una marina que representa una vista, muy atrevida para su época, de una playa y las islas que se ven en el horizonte. Situarlas en la parte de más arriba del lienzo era muy rompedor. Y no digamos el puntillismo de la técnica.

Este autor fue derivando sus puntos hacia  manchas tipo teselas de mosaico, lo que fue precursor del fauvismo, tal y como explican en esta página del Museo Thyssen. Se puede apreciar el cambio de pincelada y de tonalidades en esta otra obra suya.

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Otro de los estupendos servicios de Artelista:

Mira todas mis obras en http://martamoro.artelista.com