Al hacer la entrada anterior me he dado cuenta de que he comentado muy poco sobre uno de mis pintores favoritos. Esa primera entrada sobre Hooper recoge un paiseje, un exterior con un faro, posiblemente de la zona de Nueva Inglaterra que el solÃa pintar.
Pero hoy quiero mostrar obras de interiores o urbanas, que son en donde más destaca su estilo figurativo, tremendamente sintético, en el que nada es supérfluo, los detalles se simplifican para no distraernos del contenido de la obra.
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Un póster de este cuadro estuvo en mi habitación durante muchos años. La soledad de la mujer leyendo una carta cuidadosamente doblada, sin emotividad aparente alguna, desprovista de emoción, pero que tanto llega al público. Es ese juego de formas planas y curvas, de luces y sombras, y el contraste de colores lo que provoca la inquietud en el espectador sin que nos demos cuenta (Hooper fue ilustrador publicitario)
Supo como nadie mostrar el aislamiento e individualismo de la vida norteamericana que empezaba a fraguarse y que prontó se trasladó al resto del mundo desarrollado.
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En esta obra hay más de una persona, pero no hay relación posible entre ellas.
Ésta es una de sus obras más conocidas. En ella, las escasas relaciones entre los personajes son superficiales:
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Es una obra inquietante. Mientras en Europa todo el mundo andaba electrizado por los «ismos», este pintor se centró en la figuración y el realismo, pero sabiendo extraer lo esencial de los paisajes que veÃa, de las ciudades y sus gentes, y del sentimiento poético de los objetos, que luego tanto utilizarán los hiperrealistas. Era una gran admirador de los impresionistas franceses, aprendió en los museos europeos y visitó España; le entusiasmaba Goya.