Marta Moro

Es verdad, hace mucho que no muestro ninguna pintura mía. Es porque no pinto.

El trabajo que me da de comer me tiene completamente absorbida, muy a mi pesar.

Pero voy a mostraros un par de óleos sobre papel que pinté hace cuatro años y que pertenecen a la colección particular de mi tío Rubén.

Este de hoy es una hojarasca de castañas con sus frutos y cáscaras llenas de pinchos en pleno otoño, tal y como caen al suelo. Esos colores de tierras, verdes y rojizos son irresistibles para cualquier pintor que disfrute con el color.

Lo pinté muy minuciosamente, con la idea de llevarlo luego a un formato más grande, que aún no he hecho. Todo se andará.

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El tercer y por el momento último cuadro que pertenece a la colección de mi amiga es este de las «Calas Cubistas».

No conozco a fondo la técnica del cubismo tal y como lo emplearon los grandes maestros, pero intenté hacer mi aproximación al asunto.

La foto de este cuadrito ya salío en otra de la última exposición que hice, pero cómo salió abrasada por la luz, la repito mejorada.

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Esta amiga que visité tiene un cuadro mío que ya va a cumplir 12 años. Lo pinté tras un viaje que hicimos juntas a Oporto en un mes de septiembre, cuando los colores del barrio viejo de esta ciudad lucen aún más espectaculares si cabe.

Esta es una vista de la fachada de las casas que están detrás de la catedral, desde la que se tiene una vista de ellas por encima de sus tejados. La última vez que visité la ciudad, estas casas aún se mantenían en pié.

Un paseo por la zona permite saborear sus coloridas paredes, la ropa tendida en los balcones, el olor de la comida tradicional y escuchar el fado que languidece por las estrechas callejuelas.

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Es una ciudad maravillosa, Patrimonio de la Humanidad, que se está desmoronando y necesita urgentemente una inyección de reconstrucción..

Es lo que tiene visitar a una vieja amiga, que se recuperan recuerdos, conversaciones, y fotos de cuadros que pinté en su día.

Este es una vista del final de la playa de Camposancos, en La Guardia. A la izquierda de esta vista estaría la desembocadura del Miño, pero estas olas vienen directamente de Nueva York, justo lo que queda en frente en línea recta a muchísimos kilómetros de distancia.

El mar embravecido en un día de temporal rompiendo contra el granito de las rocas y roto por un rayito de luz que logra colarse entre los nubarrones. En esas circunstancias la espuma del mar te moja la cara y el viento te tira para atrás. Es imposible pintar al aire libre en esas condiciones, pero para eso se ha inventado la maravillosa cámara digital.

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Hay muchos motivos para ir a visitar a las viejas amigas: ponerse al día de como nos va la vida, recordar aventuras y desventuras, conocer mejor el lugar donde vive y a las personas con las que comparte su vida ahora, hacer turismo gastronómico y, en mi caso también, hacer una foto del cuadro que le regalé hace una década.

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Esto es una vista de la afamada Playa de Langosteira con el pueblo de Finisterre después de esa estrecha península, y Nueva York un poco más al fondo en línea recta.

Es uno de los sitios donde se pescan a buceo los «longueiróns», semejantes a las navajas pero mucho más grandes y sabrosos.

Otro de los estupendos servicios de Artelista:

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Dado que mis cuadros ya quedaban un poco perdidos entre tantas entradas, y me comentaron que ya resultaban difíciles de localizar, he creado una nueva categoría para ellos: Exposición.

Está arriba a la derecha, junto al resto, en el recuadro azul turquesa.

Incluye todos los que figuran en el blog: los antiguos, los vendidos, los de particulares, y los que están en venta, aunque éstos tengan su propia categoría.

Gracias a Chus por el comentario que me dio la idea.

Este fue el primer peñón que pinté. De colorido un tanto oscuro, comparado con el que uso actualmente. Recuerdo que usé una postal como modelo, pero eliminé los edificios, el paseo marítimo, el puerto, y me quedé con lo esencial, para envolverlo en mucho azul mediterráneo del atardecer.

Si quereis saber más sobre esta fabulosa roca, mirad aquí.

Colección particular de mi tía.

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Un florero de margaritas parece una cosa sencilla de pintar. Pero si se le quiere dar volúmen, como insistía mi profesora, ya no lo es tanto, sobre todo para la novata que yo era en el año 1979. Lo miro ahora y verdaderamente me había lanzado con los colores del fondo y de la mesa para que no resultaran uniformes.

Pertenece a la colección particular de mi tía Goyi.

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Aquí va otro de flores. De éste cuadro siempre estuve muy orgullosa por el trazo suelto con el que me atreví a darle con la espátula, creo que fue el primero que hice con esta técnica.

Colección particular de mi tía.

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