Édouard Manet 23 junio 2009
Figura clave de la pintura francesa de finales del XIX y comienzos del XX, Manet conjugó el realismo que rompÃa moldes (con su obra «Desayuno sobre la hierba» creo una pequeña revolución social y una grande en la pintura de su época) con el impresionismo.
Sus contemporáneos le criticaron duramente: que si no hacÃa bien la perspectiva, que si no componÃa el tema con equilibrio, que si los personajes eran demasiado reales y contemporáneos… Y hoy es uno de los grandes. Esos «defectos» son su mayor aportación a la evolución de la pintura.
Especialmente me gusta este cuadro: «El bar del Folies Bèrgere».
Otra vez un cuadro que mete al espectador dentro con el recurso del espejo, y que al mismo tiempo nos muestra el gran ambiente del local, ruidoso, atestado de gente, una escena frÃvola de las noches parisinas. Y dominando la escena, esa camarera imperturbable que mas bien parece una diosa distante esperando a que elijamos el deseo que nos va a conceder, dejando en un segundo plano a la figura masculina que está siendo atendido como cliente.
Cierto que la perspectiva no nos coloca correctamente como «el cliente» porque se refleja a la derecha y ella está casi de frente a nosotros, y el espejo está también completamente paralelo a la mesa de mármol, no está ladeado. El cuadro nos obliga a pensar, a colocarnos, a adivinar la intención del pintor, a que nos situemos como clientes, usando a la figura masculina como necesaria sólo para dar veracidad al efecto del espejo.
Por otro lado, el preciosismo de los detalles de las botellas, del vestido, las joyas y el adorno de flores en el pecho, las flores en la copa, las naranjas, crean verdaderos bodegones impresionistas dentro de la obra. Pero donde más se puede observar este estilo es en el fondo del espejo, donde se refleja la gente, la luz artificial de las lámparas y el ambiente creado por ellas, y en el vaho producido por la condensación en el propio espejo. Una maravilla de cuadro.
Detallito: fijaros en la imagen de la esquina superior izquierda, yo jurarÃa que son las piernas de una trapecista, no? ¡Menudas juergas las del «fin de siècle»! Casi se puede oir el Can-Can…
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Me ha encantado tu explicacion de la obra, nos hace meternos en ella y disfrutarla aun mas, saludos
Muchas gracias por tu comentario, Flores. Me alegro de que mis palabras puedan servir para eso, y es que una obra como ésta te transporta a esa época, es como un paseito en la máquina del tiempo…