Marta Moro

La técnica de la acuarela me parece dificilísima, pero usarla para hacer obras hiperrealistas ya me parece el colmo de la complicación.

Y este pintor, lo hace y con suma maestría.

Modestamente dice que él trata de acercarnos a los objetos cotidianos que nos pasan desapercibidos como la vajilla de la mesa de comedor o las sábanas de una cama.

Los retratos que hace de mujeres están bien pero los bodegones, para mi gusto, están sublimes.

Me llevan a esa época de comidas y cenas de la infancia en casa de la abuela con los manteles de cuadros, el porrón y las viejas piezas de porcelana y cristal. Hay uno con un plato de duralex, un tenedor y una barra de pan (el sexto de esta página) que es viajar a los 12 años directamente, y volver a sentir la impaciencia de la comida caliente mirando el fondo del plato ansiosamente antes de que caiga en él.

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La segunda entrega de los bodegones de otoño es esta sobre bellotas, hojas y sus sombreritos, en un caos provocado por la fuerza de la gravedad.

Tengo una debilidad: cuando paseo por un bosque no puedo dejar de coger las cositas pequeñas que encuentro en el suelo, una bellota, una seta, unha hoja seca, una piedrita… Me lo llevo a casa con la idea de componer un bodegón y luego pintarlo, pero dice tan antinatural, tan horrible, que desisto siempre. Lo mismo me pasa cuando voy a una playa, con las conchas, las piedritas, las maderitas aterciopeladas por el bateo del mar… Al final tengo que recurrir a la fotografía para poder pintar algo que refiera al sitio donde estaban esas cosas y no pierdan su vida.

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Es verdad, hace mucho que no muestro ninguna pintura mía. Es porque no pinto.

El trabajo que me da de comer me tiene completamente absorbida, muy a mi pesar.

Pero voy a mostraros un par de óleos sobre papel que pinté hace cuatro años y que pertenecen a la colección particular de mi tío Rubén.

Este de hoy es una hojarasca de castañas con sus frutos y cáscaras llenas de pinchos en pleno otoño, tal y como caen al suelo. Esos colores de tierras, verdes y rojizos son irresistibles para cualquier pintor que disfrute con el color.

Lo pinté muy minuciosamente, con la idea de llevarlo luego a un formato más grande, que aún no he hecho. Todo se andará.

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Es un clásico en el siglo XXI.

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Este alicantino pinta como lo haría Velázquez con más luz. Colores sutiles para alcanzar una gran naturalidad, con esa delicada neblina de partículas de la que está compuesta el aire.

Y sus retratos a lápiz son espectaculares.

No dejeis de ver su web y su página en Artelibre.

He conocido la obra de este pintor gracias a Just Arte-e.

Tiene ya una importante trayectoria y se ha hecho un hueco en el mundo del arte a pesar de su juventud.

Es un ejemplo de cómo el hiperrealismo puede llegar a transmitir sensaciones e incluso sentimientos.

Estéticamente también me parece un buen exponente de como se puede engrandecer el detalle, aparentemente insignificante, usando colores potentes y en grandes contrastes.

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Su página es preciosa, tan delicada como sus cuadros.

En su blog se publica una reseña sobre él, «Progresión en espiral» escrita por Tomás Martín Tamayo, con la que me siento totalmente de acuerdo, no sólo por lo que opina sobre Antonio Castelló, sino también sobre lo que comenta sobre el arte actual.

Figura clave de la pintura francesa de finales del XIX y comienzos del XX, Manet conjugó el realismo que rompía moldes (con su obra «Desayuno sobre la hierba» creo una pequeña revolución social y una grande en la pintura de su época) con el impresionismo.

Sus contemporáneos le criticaron duramente: que si no hacía bien la perspectiva, que si no componía el tema con equilibrio, que si los personajes eran demasiado reales y contemporáneos… Y hoy es uno de los grandes. Esos «defectos» son su mayor aportación a la evolución de la pintura.

Especialmente me gusta este cuadro: «El bar del Folies Bèrgere».

Otra vez un cuadro que mete al espectador dentro con el recurso del espejo, y que al mismo tiempo nos muestra el gran ambiente del local, ruidoso, atestado de gente, una escena frívola de las noches parisinas. Y dominando la escena, esa camarera imperturbable que mas bien parece una diosa distante esperando a que elijamos el deseo que nos va a conceder, dejando en un segundo plano a la figura masculina que está siendo atendido como cliente.

Cierto que la perspectiva no nos coloca correctamente como «el cliente» porque se refleja a la derecha y ella está casi de frente a nosotros, y el espejo está también completamente paralelo a la mesa de mármol, no está ladeado. El cuadro nos obliga a pensar, a colocarnos, a adivinar la intención del pintor, a que nos situemos como clientes, usando  a la figura masculina como necesaria sólo para dar veracidad al efecto del espejo.

Por otro lado, el preciosismo de los detalles de las botellas, del vestido, las joyas y el adorno de flores en el pecho, las flores en la copa, las naranjas, crean verdaderos bodegones impresionistas dentro de la obra. Pero donde más se puede observar este estilo es en el fondo del espejo, donde se refleja la gente, la luz artificial de las lámparas y el ambiente creado por ellas, y en el vaho producido por la condensación en el propio espejo. Una maravilla de cuadro.

Detallito: fijaros en la imagen de la esquina superior izquierda, yo juraría que son las piernas de una trapecista, no? ¡Menudas juergas las del «fin de siècle»! Casi se puede oir el Can-Can…

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Este gran pintor ha hecho un comentario en la entrada que le dediqué. Y la verdad, me emociona y llena de orgullo que le guste lo que escribí sobre su obra.

Gracias a ese comentario he descubierto su página oficial, con muchas más obras, de gran y pequeño formato, acuarelas y dibujos, su blog y una curiosidad muy interesante: un «paso a paso», o «cómo se hizo» de un retrato femenino que forma parte de uno de sus cuadros: «Das Rheingold: Freia II».

Una buena ocasión para ver como trabaja un gran artista. Si pinchais en el cuadro lo comprobareis:

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Son numerosos los autores contemporáneos de los impresionistas franceses, pero oriundos de otros países, que tuvieron contacto con ellos y que adoptaran algunas de sus enseñanzas para integrarlas en su propio estilo. Le pasó a los españoles Sorolla, Darío de Rogoyos y Santiago Rusiñol, a la norteamericana Mary Cassatt, al noruego Peter Severin Kröyer, al sueco Anders Zorn, y muchos más.

Es el caso de Childe Hassam otro norteamericano que se convirtió al impresionismo al conocer la obra de Monet. Sus temas preferidos eran los estudios de mujeres y los paisajes urbanos que ofrecían un reto para mostrar efectos de la luz, por ejemplo el reflejo de las calles mojadas por la lluvia.

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Un tema lleva a otro. Al rebuscar en el tema del trampantojo, me encontré con otro pintor que además de usar esta técnica, utilizaba la de los efectos visuales, para hacer curiosas composiciones.

Giuseppe Arcimboldo. Debió ser al ojear algún libro escolar sobre pintura cuando me quedé con esos «bodegones humanos» que hacía con tanta maestría. Son ilusiones ópticas, que luego estudiarían los científicos de la visión humana, convertidas en arte.

Éste es uno de mis preferidos:

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Y ahora me voy a permitir otra licencia: debía estar pensando en este tipo de cuadros, cuando un buen día en la cocina de mi casa, después de hacer la compra, y de varios intentos fallidos de colocar las frutas para hacer una composición interesante para un bodegón, me dió por hacer ésto y sacarle una foto.

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No sé si algún día lo convertiré en un cuadro. De momento, ahí está.

Es muy interesante la importante selección de Pintura Flamenca de esta Colección. Este empresario alemán afincado en España posee un verdadero tesoro artístico.

De esta época me he decantado por elegir este fantástico bodegón, alegría para la vista, el olfato y el gusto.

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Se trata de «Jarrón de flores y guirnalda de frutas» de Gaspar Pieter Verbruggen «El Viejo».

Cuando esta colección se expuso en Madrid en 2005 en la Sala de Exposiciones del Deutsche Bank, se hizo esta página tan completa sobre los autores expuestos. Ahí podeis ver la biografía de Verbruggen y los demás.