Marta Moro

Es otro de los pintores de Realismo Contemporáneo III.

Viviendo en la Toscana no me extraña que se inspire para pintar estos cuadros de aire renacentista pero con la sensualidad y voluptuosidad de esa tierra de vino y rosas.

Esta fue una de las obras elegidas para uno de los carteles de la exposición:

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Temas alegóricos, mezclas fantasiosas, y gran dominio del dibujo y el color, dan lugar a cuadros como estos.

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Hay un objeto que repite con muchas frecuencia, la caracola transparente, hasta en los bodegones:

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Y los retratos:

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En esta web podreis disfrutar de las pinturas y dibujos de Bruno di Maio.

Una de las obras del concurso era «Salomé con la cabeza del Bautista», y me ha recordado la magnífica exposición que se está celebrando en Roma sobre el pintor que adoran los italianos: Caravaggio.

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De vida novelesca y pendenciera, fue un pintor muy prolífico que con su muerte prematura se ha ganado un privilegiado lugar entre el público, no sólo italiano. Pero todo eso no le quita importancia a su indiscutible maestría en los contrastes de luz, en la carnalidad de sus personajes y en la magnífica composición (casi de «story-board» en una sola imagen) de sus obras.

Personalmente siempre me ha gustado mucho este bodegón, tema al que en su época no le daban mucha importancia , por ser una obra de pequeño formato y sin la profundidad de los temas religiosos o épicos. Con el tiempo se ha convertido en todo un referente de la temática de los bodegones, y que sigue imperando como «gran tema» de los pintores figurativos.

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Como la visita a la exposición puede ampliarse en tres iglesias de la ciudad, puede hacer el paseo por Roma de lo más entretenido e ilustrativo, si aún fuera posible mejorarlo. ¡Suerte los que puedan ir a verla!

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ComoCCC

El cartel de la tercera exposición de Realismo Contemporáneo me ha descubierto a Antonio Capel.

Un pintor con una larga trayectoria y de reconocido prestigio que tiene obra en importantes museos de arte contemporáneo como el MUSAC. Pero a mi me ha llamado poderosamente la atención por ese ambiente cálido que recrea en sus cuadros tanto de interiores como de exteriores. Domina todos los temas figurativos: el paisaje, el retrato, el bodegón, mención especial para el tema ecuestre y taurino. Yo me quedo con los gatos y vais a entender porqué:

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En sus interiores usa un clasicismo castellano de tierras, ocres y maderas endulzado por la piel y vestimenta blanca de los personajes:

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En los bodegones se nota la maestría de un gran colorista y gran dibujante:

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De los paisajes éste es mi preferido por la sabia combinación de tonalidades del paisaje castellano, con el que demuestra toda la belleza que es capaz de poseer, pero que no todos los «norteños» son capaces de apreciar (si Galicia tiene mil verdes, Castilla tiene mil tostados):

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Incluso ha hecho una inmersión en la abstracción, pero este «realismo abstracto» es el que más me gusta:

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Si quereis ver cómo hace un retrato en 12 minutos no dejeis de ver los dos vídeos que hay al comienzo de su página.

Esta es la sección que le dedica Artelibre.

Isabel Guerra y otros estupendos pintores han expuesto en esta galería madrileña. De Isabel hablaremos más adelante.

En la web de la galería se pueden ver las exposiciones que en ella se han realizado más recientemente:

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Entre otras muy interesantes se puede contemplar una exposición dedicada al mar, en la que junto a Antonio Cazorla, aparece Jose Luis Alguacil. Me ha emocionado este cuadro apaisado sobre el agua salada, la ola que viene despacio, el horizonte y la arena.

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No hay mucha información en la red sobre este pintor, sobre todo de estas marinas. He encontrado otros temas como bodegones o vistas arquitectónicas:

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He dicho que la pintura  de Omar es más que fotográfica, es celular, porque semeja el proceso de un científico que recoge muestras en el mundo real y las lleva a su laboratorio para, después de descontaminarlas, diseccionarlas y analizarlas tras varios procesos, decubre su auténtica  naturaleza, su esencia, su verdad, para más tarde, con su admirable técnica transmitirla a los demás.

Aquí muestro un par de cuadros suyos que ejemplifican lo anterior.

«Bodegón de naranjas», óleo sobre lino, 160 x 190 cm:

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Y su detalle «celular»:

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«Espiral Cítrica», óleo sobre lino, 160 x 120 cm:

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Con sus células:

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La técnica de la acuarela me parece dificilísima, pero usarla para hacer obras hiperrealistas ya me parece el colmo de la complicación.

Y este pintor, lo hace y con suma maestría.

Modestamente dice que él trata de acercarnos a los objetos cotidianos que nos pasan desapercibidos como la vajilla de la mesa de comedor o las sábanas de una cama.

Los retratos que hace de mujeres están bien pero los bodegones, para mi gusto, están sublimes.

Me llevan a esa época de comidas y cenas de la infancia en casa de la abuela con los manteles de cuadros, el porrón y las viejas piezas de porcelana y cristal. Hay uno con un plato de duralex, un tenedor y una barra de pan (el sexto de esta página) que es viajar a los 12 años directamente, y volver a sentir la impaciencia de la comida caliente mirando el fondo del plato ansiosamente antes de que caiga en él.

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La segunda entrega de los bodegones de otoño es esta sobre bellotas, hojas y sus sombreritos, en un caos provocado por la fuerza de la gravedad.

Tengo una debilidad: cuando paseo por un bosque no puedo dejar de coger las cositas pequeñas que encuentro en el suelo, una bellota, una seta, unha hoja seca, una piedrita… Me lo llevo a casa con la idea de componer un bodegón y luego pintarlo, pero dice tan antinatural, tan horrible, que desisto siempre. Lo mismo me pasa cuando voy a una playa, con las conchas, las piedritas, las maderitas aterciopeladas por el bateo del mar… Al final tengo que recurrir a la fotografía para poder pintar algo que refiera al sitio donde estaban esas cosas y no pierdan su vida.

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Es mi último descubrimiento en Artelista.

Se trata de un joven pintor castellano-manchego afincado en Madrid.

Me gusta su obra por la temática que trata, los paisajes urbanos de tejados y antenas de televisión,  los bodegones de frutas, o los retratos de bañistas. Creo que ha conseguido un dibujo muy acertado, que no le quita humanidad a los temas y se conjuga muy bien con la luminosidad de los colores que usa.

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Para la temporada otoño invierno el Museo Thyssen nos tiene preparada una exposición que pretende recolocar en el lugar que se merece al pintor Henri Fantin-Latour.

A pesar de ser coetáneo de los impresionistas y de admirar a Manet e incluso de exponer en el Salón de los Rechazados, no estaba totalmente de acuerdo con sus teorías pictóricas, y mantuvo un estilo clásico no exento de innovaciones en cuanto a temas y técnicas.

Puede decirse que se trata de un estilo realista-romántico.

Sus bodegones y flores obtuvieron un rotundo éxito en Gran Bretaña.

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Estas rosas parecen tintinear de delicadeza delante de ese oscuro fondo. Su rápida decrepitud las convierte en un símbolo de la mortalidad, algo tan presente en el romanticismo. Cada pétalo está formado por una gruesa pincelada de color sin mezclar en la paleta.

Recuerdo que cuando en clase de pintura nos ponían este tipo de modelos de flores, todos nos afanábamos en pintar pétalo a pétalo con todo el detallisimo que podíamos. Entonces venía la profesora y nos aniquilaba los precisos bordes con un gruesa pincelada de color puro. Nos poníamos rojos de rabia. El resultado era basto pero muy efectista, de repente las flores cobraban vida. Así aprendí a pintar flores. Pero me quedó la espinita de intentar hacerlas con más detalle.

Figura clave de la pintura francesa de finales del XIX y comienzos del XX, Manet conjugó el realismo que rompía moldes (con su obra «Desayuno sobre la hierba» creo una pequeña revolución social y una grande en la pintura de su época) con el impresionismo.

Sus contemporáneos le criticaron duramente: que si no hacía bien la perspectiva, que si no componía el tema con equilibrio, que si los personajes eran demasiado reales y contemporáneos… Y hoy es uno de los grandes. Esos «defectos» son su mayor aportación a la evolución de la pintura.

Especialmente me gusta este cuadro: «El bar del Folies Bèrgere».

Otra vez un cuadro que mete al espectador dentro con el recurso del espejo, y que al mismo tiempo nos muestra el gran ambiente del local, ruidoso, atestado de gente, una escena frívola de las noches parisinas. Y dominando la escena, esa camarera imperturbable que mas bien parece una diosa distante esperando a que elijamos el deseo que nos va a conceder, dejando en un segundo plano a la figura masculina que está siendo atendido como cliente.

Cierto que la perspectiva no nos coloca correctamente como «el cliente» porque se refleja a la derecha y ella está casi de frente a nosotros, y el espejo está también completamente paralelo a la mesa de mármol, no está ladeado. El cuadro nos obliga a pensar, a colocarnos, a adivinar la intención del pintor, a que nos situemos como clientes, usando  a la figura masculina como necesaria sólo para dar veracidad al efecto del espejo.

Por otro lado, el preciosismo de los detalles de las botellas, del vestido, las joyas y el adorno de flores en el pecho, las flores en la copa, las naranjas, crean verdaderos bodegones impresionistas dentro de la obra. Pero donde más se puede observar este estilo es en el fondo del espejo, donde se refleja la gente, la luz artificial de las lámparas y el ambiente creado por ellas, y en el vaho producido por la condensación en el propio espejo. Una maravilla de cuadro.

Detallito: fijaros en la imagen de la esquina superior izquierda, yo juraría que son las piernas de una trapecista, no? ¡Menudas juergas las del «fin de siècle»! Casi se puede oir el Can-Can…

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